Edgar R. Espinoza S.
Desde muy pequeños nos inculcan que debemos ser responsables con
nuestros padres, amigos, hermanos o cualquier otro miembro de cercano a nuestro
entorno afectivo, inclusive, compañeros de clases, amistades o de trabajo.
Todo puede llegar hasta un punto donde nos habituamos a imponernos
deberes y obligaciones para con ellos, que a la larga nos producen malestar por
el compromiso adquirido ya sea porque alguien nos lo ha pedido o no.
Casi siempre este deber subconsciente, el cual nos hace tener la
sensación de que le debemos algo a los demás, viene de la certeza de que
nuestro origen en este mundo es gracias a otra persona. Esto establece una
especie de débito simbólico e intangible, más aún, cuando nuestros progenitores
han mantenido un vínculo de entrega constante para con nosotros y nos piden
gratitud soslayada por ello. Entonces pensamos que no podemos abandonarles
cuando nos necesiten, muchas veces sometiéndonos a la ilusión infantil de que
podemos “salvar al otro” con nuestra ayuda.
Cuando no queremos o podemos atender a estos “llamados”, es cuando
aparece la culpa. Preferimos sacrificarnos a vivir bajo este peso pensando “No
estuve allí cuando me necesitaba”, “Creo que lo he decepcionado”, “está molesto
conmigo”, entre otros. Detrás de todas estas angustias, lo que subyace es el
miedo a que nos dejen de querer.
Vivimos en una sociedad cargada de culpa, que es la causante de
diversas patologías como el estrés, depresión, frustración y por ende, ira.
Saber cuándo decir que no:
Para salir de todo esto, lo más importante es aprender a decir no.
Sobretodo cuando realmente no deseas hacer lo que te piden. Es igual de nefasto
hacer algo por alguien sin desearlo, que desearlo y no hacerlo.
La única excepción sería cuando hacemos algo por alguien en contra
de nuestra voluntad, pero por quién sentimos afecto, entonces el desdén pasará
a ser placentero cuando vemos a la otra persona feliz por nuestra asistencia.
Vivir según nuestros deseos al principio no es fácil. Hay que
cerrar algunas puertas y dejar atrás relaciones que han dejado de interesarnos,
no importa por cual o qué razón. Se trata de abrir nuestra mente al mundo
siendo más leales a nosotros mismos, lo que nos otorgaría una autenticidad
magnética. Es atrevernos a mostrar nuestros disgustos al igual que nuestro
amor, es manifestar nuestras emociones y expresarnos con sinceridad.
Sólo la lealtad para con nosotros, nos pone en el lugar donde
habita la felicidad y libertad interior que tanto buscamos complaciendo a otros
en vano.
espinoedgar@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario