Edgar R. Espinoza S.
Muchas son las historias
contadas sobre las heroicas proezas del Arcángel Miguel o Mikhael. La biblia
misma contiene varias menciones sobre misiones otorgadas a este poderoso ser,
por el Padre Celestial.
Una de las más narradas es
aquella en que Dios le asigna desterrar y arrojar al pozo del infierno al líder
de una emblemática rebelión de ángeles. Desde entonces es considerado como “El
capitán de los ejércitos de Dios”, quién protegerá al hombre hasta que el último
de ellos se haya iluminado.
En mi infancia, era mi
abuela paterna quién algunas noches, sobre todo aquellas en que temía dormir en
la oscuridad, como fiel apasionada de este luminoso ser, me contaba las más
variadas e interesantes historias de este combatiente, haciendo que mi temor
desapareciera quedándome dormido en la seguridad de que estaba protegido. De
hecho, en esos raros casos en que sucedían movimientos sísmicos, me decía: “No
temas, ese es el Arcángel Miguel moviendo sus alas”.
En todos estos años de
estudios, orientación y experiencias místicas, de lo poco que he podido
aprender sobre la vivencia humana, les relataré una versión de cómo este ángel
llegó a formar parte de la gran Corte Celeste:
Cuando Dios crea al hombre
a su imagen y semejanza, coloca dentro de cada ser una pequeña parte de su
divina esencia, cargada con todo el amor, poder y conocimiento inimaginable,
dándole el privilegio de contener la fuerza celestial que también habita en los
seres de luz. Luego sentencia que cuando el ser humano se ilumine y descubra la
fuente que todo lo une, sea reverenciado por toda la Corte.
Aquí nace la eterna
historia de la división angelical, donde el líder Luzbel, quién para el momento
es un alto Poder de la Corte, considerado por muchos como “la mano derecha de
Dios”, se rebela ante tal degradante orden.
Dios busca entre sus
ejércitos de ángeles y elige a uno de ellos de rango vibratorio muy elemental,
le ordena que vaya y expulse al rebelde.
Cuando el ángel se presenta
ante Luzbel, este intenta amilanarle diciéndole: “¿Quién te crees tú y con qué
autoridad pretendes detenerme? El ángel, solo aferrado a su fe y mandato da un
paso al frente para asirle y en ese momento se produce un gran estruendo
cargado de una intensa luz que impacta a Luzbel arrojándolo al suelo,
ennegrecido por la quemadura. Al mismo tiempo al ángel le aparece en su mano
una espada de luz azulada, en sus hombros su nuevo rango plagado de estrellas
que brillan más que el Sol y en su cabeza una pequeña corona de hermosas diademas.
Este, ahora Arcángel, poniendo su espada en la garganta, el pie en el pecho del
caído y su dedo señalando al cielo, le dice: “No soy quién tú crees, pero
¿Quién como Dios? De aquí su nuevo nombre, Mikhael, que significa ¿Quién como
Dios?
Toda esta narrativa
simbólica es para transmitir e inspirar a los que en algún momento de la vida
nos desorientamos y recordar que esta fuerza poderosa habita dentro de nosotros
los humanos. Se manifestará cuando nuestra fe sea inquebrantable, escuchemos en
obediencia esa voz interior tenuemente sabia y tengamos el valor de dar el paso
para intentar asir lo que nos tribula.
¡Solo eso Dios nos pide!
espinoedgar@gmail.com