domingo, 21 de diciembre de 2014

¿DIOS EXISTE?





















Edgar R. Espinoza S.

Realmente esta  pregunta no es importante. Se han hecho infinidad de debates entre religiosos, científicos y ateos, donde cada quién defiende con fiereza lo que cree ser la verdad. Grandes matanzas y algunas guerras se han producido por estas diatribas durante siglos.

Sabemos desde que existimos, de nuestra capacidad intelectual que nos permite crear evolución. Si somos hijos de la controversial teoría del big-bang, pues por sincronismo, llevamos ese potencial dentro de nosotros, al igual que nuestra herencia genética científicamente demostrada. Capaces de generar fuerzas que nos permiten crear o desarrollar en materia, forma y sustancia, lo que primero nació como una idea, pero que también producimos las que son causantes de catástrofes y tragedias.

Al no poder recordar con facilidad quienes somos, cómo o por qué fuimos creados o no,  desarrollamos por temor una especie de pseudo identidad llamada ego, quién nos pedirá un sentido de pertenencia, reunión con grupos afines, poder y control, entre otros, haciendo que sigamos separándonos de la fuente original que habita en todos nosotros, perdiéndonos en el conflicto.

De no existir Dios, igualmente seríamos responsables de nuestros actos y decisiones, pues es innegable, que lo que una persona haga o deje de hacer, influirá en nuestro entorno, como el famoso “efecto mariposa”, y que determinará el éxito o el fracaso de lo que nos hayamos propuesto en esta existencia.

Sin embargo, no existe un solo ser humano que no contemple en su interior lo sagrado, pues basta que sienta amor por algo o alguien y eso se convertirá en lo supremo e inmaculado para él. Es imposible que haya existencia sin la presencia del amor. Será lo que nos conlleve a la fe, que es la fuerza que mueve esa energía de creación que llevamos dentro.

Como ejemplo, los científicos por amor a la ciencia, ponen su fe en las teorías que desarrollan. Igual pasa con los creyentes en un ser supremo, creador del todo y la nada. Cualquiera sea el criterio, todos de alguna manera activamos la fuerza interior.

Lo verdaderamente trascendental es que crezcamos en sabiduría, conocimiento y compasión. Desarrollar el planeta hacia un mejor y limpio hábitat. Que seamos personas que ayudan a otros, buenos padres, buenos hijos, en fin, buenos seres humanos. Entonces estaremos evolucionando en el amor y de ser así, si Dios no existe, no le importaría.

espinoedgar@gmail.com

domingo, 28 de septiembre de 2014

EL PASO DE MIKHAEL



























Edgar R. Espinoza S.

Muchas son las historias contadas sobre las heroicas proezas del Arcángel Miguel o Mikhael. La biblia misma contiene varias menciones sobre misiones otorgadas a este poderoso ser, por el Padre Celestial.

Una de las más narradas es aquella en que Dios le asigna desterrar y arrojar al pozo del infierno al líder de una emblemática rebelión de ángeles. Desde entonces es considerado como “El capitán de los ejércitos de Dios”, quién protegerá al hombre hasta que el último de ellos se haya iluminado.

En mi infancia, era mi abuela paterna quién algunas noches, sobre todo aquellas en que temía dormir en la oscuridad, como fiel apasionada de este luminoso ser, me contaba las más variadas e interesantes historias de este combatiente, haciendo que mi temor desapareciera quedándome dormido en la seguridad de que estaba protegido. De hecho, en esos raros casos en que sucedían movimientos sísmicos, me decía: “No temas, ese es el Arcángel Miguel moviendo sus alas”.

En todos estos años de estudios, orientación y experiencias místicas, de lo poco que he podido aprender sobre la vivencia humana, les relataré una versión de cómo este ángel llegó a formar parte de la gran Corte Celeste:

Cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, coloca dentro de cada ser una pequeña parte de su divina esencia, cargada con todo el amor, poder y conocimiento inimaginable, dándole el privilegio de contener la fuerza celestial que también habita en los seres de luz. Luego sentencia que cuando el ser humano se ilumine y descubra la fuente que todo lo une, sea reverenciado por toda la Corte.

Aquí nace la eterna historia de la división angelical, donde el líder Luzbel, quién para el momento es un alto Poder de la Corte, considerado por muchos como “la mano derecha de Dios”, se rebela ante tal degradante orden.

Dios busca entre sus ejércitos de ángeles y elige a uno de ellos de rango vibratorio muy elemental, le ordena que vaya y expulse al rebelde.

Cuando el ángel se presenta ante Luzbel, este intenta amilanarle diciéndole: “¿Quién te crees tú y con qué autoridad pretendes detenerme? El ángel, solo aferrado a su fe y mandato da un paso al frente para asirle y en ese momento se produce un gran estruendo cargado de una intensa luz que impacta a Luzbel arrojándolo al suelo, ennegrecido por la quemadura. Al mismo tiempo al ángel le aparece en su mano una espada de luz azulada, en sus hombros su nuevo rango plagado de estrellas que brillan más que el Sol y en su cabeza una pequeña corona de hermosas diademas.

Este, ahora Arcángel, poniendo su espada en la garganta, el pie en el pecho del caído y su dedo señalando al cielo, le dice: “No soy quién tú crees, pero ¿Quién como Dios? De aquí su nuevo nombre, Mikhael, que significa ¿Quién como Dios?

Toda esta narrativa simbólica es para transmitir e inspirar a los que en algún momento de la vida nos desorientamos y recordar que esta fuerza poderosa habita dentro de nosotros los humanos. Se manifestará cuando nuestra fe sea inquebrantable, escuchemos en obediencia esa voz interior tenuemente sabia y tengamos el valor de dar el paso para intentar asir lo que nos tribula.
¡Solo eso Dios nos pide!


espinoedgar@gmail.com

domingo, 18 de mayo de 2014

MENDIGO O PORDIOSERO





















Edgar R. Espinoza S.

La diferencia entre un mendigo o un pordiosero marca una gran variable que va de acuerdo a sus objetivos.
Extendiendo la mano, la voz quebrada, las órbitas oculares inmersas en la nada, el mendigo exige una moneda. Arrojado con la desnudez de sus carencias, muestra sus padeceres dolorosos en llagas y al instante sentimos temor o repugnancia, sesgando nuestra mirada, damos en ocasiones algo de dinero. Es una imagen patética que nadie quiere mirar para distinguir la mentira o la realidad plasmada ante nosotros, haciendo de la dádiva algo más de conjura que caridad.
Un mendigo es alguien que avergüenza a su comunidad, que estorba y denuncia. Su significado viene del latín mendicus, que significa “defecto” y enmendare que significa “corregir”. Nos recuerda siempre que la indolencia es la peor de las miserias humanas.
El mendigo nunca escoge esa vida o clase de vida. Está allí por las circunstancias. Para ellos, lo más importante en esta vida, es tener algo que llevarse al estómago y un lugar en la calle donde dormir.
La situación del pordiosero es bastante diferente. Extiende su mano y verbo, pero no lo hace a título personal, sino en nombre de Dios. De ahí proviene el término “por amor a Dios” (por-dios-ero). Desde allí reclama e incluso exige más que la compasión, el amor que se disfraza muy bien en la caridad. Hace gala de humildad vestida de harapos y hambre. Significa para nosotros el posible punto de contacto con el bien y la salvación.
El pordiosero no queda en deuda por lo que recibe, por eso nunca agradece, evitando que se establezca relación alguna con la persona que da. En lugar del agradecimiento, lo endosa a un todo poderoso quién pagará con creces el favor recibido: ¡Que Dios se lo pague! dice como si fuera un enviado celeste que promete salvación.
Hay muchos pordioseros de profesión que están muy bien organizados y que por el amor de Dios, han construido grandes edificaciones lujosas y amasadas fortunas.
Todos en el universo somos más mendigos que pordioseros, pues demandamos amor bajo una súplica exigente. Tal vez no pedimos pan, pero si una sonrisa o caricia, porque no existe pobreza más grande que la falta de afecto, que ni siquiera un “que Dios se lo pague” puede llenar.


espinoedgar@gmail.com