miércoles, 3 de abril de 2013

UNA DEUDA CON LOS DEMÁS

Edgar R. Espinoza S.
 
Desde muy pequeños nos inculcan que debemos ser responsables con nuestros padres, amigos, hermanos o cualquier otro miembro de cercano a nuestro entorno afectivo, inclusive, compañeros de clases, amistades o de trabajo.
Todo puede llegar hasta un punto donde nos habituamos a imponernos deberes y obligaciones para con ellos, que a la larga nos producen malestar por el compromiso adquirido ya sea porque alguien nos lo ha pedido o no.
Casi siempre este deber subconsciente, el cual nos hace tener la sensación de que le debemos algo a los demás, viene de la certeza de que nuestro origen en este mundo es gracias a otra persona. Esto establece una especie de débito simbólico e intangible, más aún, cuando nuestros progenitores han mantenido un vínculo de entrega constante para con nosotros y nos piden gratitud soslayada por ello. Entonces pensamos que no podemos abandonarles cuando nos necesiten, muchas veces sometiéndonos a la ilusión infantil de que podemos “salvar al otro” con nuestra ayuda.
Cuando no queremos o podemos atender a estos “llamados”, es cuando aparece la culpa. Preferimos sacrificarnos a vivir bajo este peso pensando “No estuve allí cuando me necesitaba”, “Creo que lo he decepcionado”, “está molesto conmigo”, entre otros. Detrás de todas estas angustias, lo que subyace es el miedo a que nos dejen de querer.
Vivimos en una sociedad cargada de culpa, que es la causante de diversas patologías como el estrés, depresión, frustración y por ende, ira.
Saber cuándo decir que no:
Para salir de todo esto, lo más importante es aprender a decir no. Sobretodo cuando realmente no deseas hacer lo que te piden. Es igual de nefasto hacer algo por alguien sin desearlo, que desearlo y no hacerlo.
La única excepción sería cuando hacemos algo por alguien en contra de nuestra voluntad, pero por quién sentimos afecto, entonces el desdén pasará a ser placentero cuando vemos a la otra persona feliz por nuestra asistencia.
Vivir según nuestros deseos al principio no es fácil. Hay que cerrar algunas puertas y dejar atrás relaciones que han dejado de interesarnos, no importa por cual o qué razón. Se trata de abrir nuestra mente al mundo siendo más leales a nosotros mismos, lo que nos otorgaría una autenticidad magnética. Es atrevernos a mostrar nuestros disgustos al igual que nuestro amor, es manifestar nuestras emociones y expresarnos con sinceridad.
Sólo la lealtad para con nosotros, nos pone en el lugar donde habita la felicidad y libertad interior que tanto buscamos complaciendo a otros en vano.
 
espinoedgar@gmail.com